viernes, 13 de enero de 2017

“TRES LLAVES PARA LAS DEL CIELO”


LA VERA-CRUZ INSTITUYE LA CLAVERÍA DEL SEÑOR DEL PORTAL


La imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, originariamente con la advocación de Santo Ecce Homo del Portal, fue donada al convento franciscano de Madre de Dios por el presbítero Juan Sánchez Pleités y Roso. El piadoso gesto se protocolizó en un registro notarial fechado el 11 de julio de 1770. Fue entonces cuando el propio religioso dejó consignado el título primigenio que habría de tener la devota representación pasionista. Lo hizo al establecer que la escultura debía quedar para siempre alojada en el trono dorado del tabernáculo con cristales que presidía el retablo mayor, que por entonces se estaba levantando a su costa. Desde el anterior 6 de abril, Viernes de Dolores, el Santo Cristo ya se encontraba instalado en aquel lugar prominente.
Aunque su custodia fue asignada a los franciscanos, los religiosos no tendrían competencia para sacar a la imagen de su trono. Solo podrían hacerlo para procesión pública que se ofreciera “por bia de rogativa, a beneficio del vien comun en un casso mui urjente, como de peste, hambres, falta de yubias, o otras causas Justas”. En tal caso, dejaba estipulado Pleités que se hiciera “con la mayor desencia” y que fueran los reverendos padres guardianes del convento los responsables, que debían dar conocimiento al abad mayor de la colegiata y al vicario eclesiástico. Todo lo cual habría de contar con su intervención y la de los sucesores en sus vínculos y mayorazgos, de los que eran poseedores su padre Juan Pedro y su inmediato sucesor, su hermano Francisco. En caso de no respetarse el tenor de lo dispuesto en la escritura, quedaría revocada la donación y sin ninguna dilación habría de llevarse al convento de Santa Catalina Mártir o al de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción.
El rigor de aquellas clausulas y de otras expresadas en el documento notarial de donación ponen de manifiesto la trascendencia que el presbítero otorgaba a la custodia de aquel hermoso simulacro de la Pasión de Cristo.


Tres llaves para la custodia
El círculo de seguridad que había previsto se extremaba con las cautelas adoptadas para el acceso a la hornacina o tabernáculo con cerramiento de cristal que protegía al Ecce Homo franciscano. Siglos atrás era frecuente la disposición de este tipo mobiliario acristalado, especialmente para las obras más delicadas, tanto en imágenes de tamaño natural como de pequeño formato. Fueron la mejor protección que en los siglos pasados tuvieron las imágenes. Las preservaban del polvo y el humo y las mantenían en un ambiente de temperatura estable a lo largo de todo el año. Funcionó con los mismos criterios que rigen el actual procedimiento de conservación preventiva, al aislar de la incidencia brusca de los cambios ambientales y evitar la suciedad y los golpes. Basta observar algunas imágenes que aun conservan su protección acristalada en retablos, urnas, fanales, hornacinas, nichos y vitrinas para comprobar que, de no haber sido manipuladas con frecuencia, conservan un inmejorable estado de conservación. Su eliminación a partir del siglo XX precipitó en escaso tiempo el deterioro de aquellas imágenes que durante siglos habían permanecido intactas.
Pues bien, para poder abrir aquel portal que preservaba al Ecce Homo Pleités ideó un estricto sistema de control con el que pretendía impedir usos arbitrarios incontrolados. Estableció que para poder acceder a ella se requeriría de tres llaves, que estarían en poder del presbítero donante y sus sucesores, el guardián del convento de San Francisco y el abad de la Colegiata. Resulta evocador rememorar la solemnidad gestual de aquel ritual, de cadenciosa y ceremoniosa gravedad, que en un ambiente de recogimiento cargado de retórica daba acceso al Señor del Portal. Qué duda cabe que aquel acto debía percibirse en el imaginario popular con un indudable sentido de trascendencia y sacralidad.
Pero no era este un ardid novedoso. La existencia de varias cerraduras en puertas, arcas, escribanías o armarios, en propiedad de instituciones como concejos o cofradías, antiguamente fue una circunstancia relativamente habitual. No era más que un procedimiento garantista relacionado con la necesidad de proveerse de ciertas medidas de seguridad. Precisamente, fue el método generalizado para la custodia de documentos. Para su apertura se establecía un determinado formalismo rígidamente pautado en el que intervenían varios actores. El hecho de que las llaves no recayeran en manos de una sola persona proporcionaba mayor protección al contenido, ya que se necesitaba de la concurrencia de todas ellas para proceder al acto procedimental. Con ello se impedía el acceso individualizado y se evitaban los peligros de una incorrecta o sesgada utilización de las llaves. Por ello el nombramiento de los depositarios no era una circunstancia baladí. Por lo general eran los principales cargos directivos de las respectivas instituciones los que tenían la responsabilidad de la encomienda.
El propio concejo de Osuna contaba con un mueble de estas características. En el mundo de las cofradías fue habitual también el uso de arcas con tres llaves, en las que se custodiaban libros, documentos, e incluso vestiduras y ornamentos sagrados. En Osuna se conservan todavía algunas. Una de ellas pertenece a la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario y otra a la extinta Congregación de las Ánimas Benditas del Purgatorio del monasterio de San Pedro.

La Vera-Cruz recupera la devota tradición del Ecce Homo franciscano
Todo el bagaje devocional de este rico patrimonio simbólico gestado en torno a la donación del Santo Ecce Homo es una herencia inmaterial, de profunda significación, que en los últimos años la Vera-Cruz está rescatando del olvido. Con tal sentido una primera iniciativa se llevó a efecto hace una década cuando se recuperaron las “Preces” al Santo Cristo del Portal, antigua rogativa dirigida al Señor cuando se encontraba en el templo franciscano que retomó la Hermandad en el oficio que celebra cada enero. Un paso más se produjo a finales de 2015. Recordemos que cuando el Ecce Homo fue incorporado como titular en 1984 se puso bajo la advocación de Nuestro Padre Jesús Cautivo, ya que por entonces se desconocía su primitivo título. Una vez que se pudo conocer gracias al hallazgo del documento notarial por el que se protocolizó la donación, la Hermandad decidió recuperarla. De manera que al recobrarse tan hermosa y evocadora denominación se restableció el mandato del presbítero que la donó, con lo que aquella ha pasado a formar parte del acervo popular, junto a la del “Cristo de la Caña”, como también se le conoce. Fue con motivo de la presentación de la imagen tras su restauración cuando fue reubicada en el emplazamiento donde originariamente se dispuso cuando se trajo de San Francisco, la antigua capilla de San Nicolás de Tolentino. Precisamente, cuando entonces fue instalado en aquella ubicación, para que se pudiera contemplar su espalda se abrió un vano en la pared de la hornacina colindante con la capilla contigua. Precisamente en estos días se trabaja en el proyecto de cerramiento de la hornacina por la parte trasera con una puerta acristalada con cerramiento de tres llaves.
Y ahora que se van a cumplir 33 años de su incorporación como titular a la Hermandad de la Vera-Cruz, en este marco emotivo y simbólico toma sentido el deseo de robustecer esta repristinación que en el seno de la corporación crucera se viene promoviendo desde hace años. Para ello, al igual que años atrás se creó la figura de “LOS HACHEROS DEL SEÑOR DE LA VERA-CRUZ”, ahora se ha instituido “LA CLAVERÍA DEL SEÑOR DEL PORTAL”. La Clavería en época medieval estaba constituida como un cargo de prestigio que recaía en caballeros de algunas órdenes militares que tenían a su cargo la custodia y defensa de los castillos. En el caso de algunas hermandades el término se vinculaba incluso al de la propia Junta de Gobierno. Además, solía aludir a las personas que tenían en su poder las llaves que custodiaban todo su patrimonio. El concepto tiene su origen etimológico en la palabra latina clavis, que por corrupción del vocablo pasó al castellano como “clave”, que conceptualmente tiene el significado de llave o camino de acceso. De manera que al ser tres las llaves (claves) con las que, de manera conjunta, se podía abrir el portal que albergaba al Santo Cristo en el cenobio minorita, nos encontramos pues con un cargo relevante que recaerá sobre otras tantas personas (claveros), que actuaran como una suerte de custodios de la imagen en la potenciación del culto y su devoción.
En cuanto a la expresión externa, en caso de participar en la estación de penitencia del Martes Santo, compondrán la presidencia del paso del Cautivo. Cada uno de los tres claveros portará los siguientes distintivos de su cargo:
- Cordón dorado, con una borla en la parte trasera, del que pende sobre el pecho una llave plateada, en recuerdo de aquellas tres llaves que consignara el presbítero.
- Para reforzar la condición seráfica de la Hermandad los claveros llevarán ceñido a la cintura, junto al fajín de esparto, el cordón de los cinco nudos, que simbolizan las llagas de Cristo en la Cruz y los estigmas de San Francisco de Asís. Como referencia al guardián del convento franciscano que custodiaba la imagen del Ecce Homo uno de ellos ostentará un escudo bordado con las cinco llagas franciscanas.
- Como miembro de la presidencia portarán una vara realizada ex profeso para el cargo, para las que se ha tomado de inspiración un modelo que se reitera en localidades como Archidona, compuesto por un pequeño edículo en forma circular con ráfagas, en cuyo interior se dispone la representación pictórica de alguna imagen o emblema. En Osuna varias insignias siguen más o menos de cerca este patrón, lo que podría indicar que en otro tiempo fueron frecuentes en la villa ducal. Una de ellas es la vara del hermano mayor de la Quinta Angustia, en cuyo interior se cobija la imagen de una Piedad. Otras dos, que no se utilizan, pertenecen a la Humildad y Paciencia, y muestran a la Virgen y al primer titular cristífero de la corporación carmelita.
Los ostensorios de las nuevas varas se decoran con una ráfaga de rayos rectos y flamígeros que se alternan, siguiendo el modelo de las potencias del siglo XVIII del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz. En su interior se representa lo siguiente:
- En una de ellas aparece un blasón partido en dos con el emblema franciscano de las cinco llagas en uno de los cuarteles y en el otro el primitivo escudo de la Vera-Cruz. Este se compone por una cruz arbórea de tonalidad verdosa, sobre un monte silvestre donde se disponen tres clavos, flanqueada por las letras “V” y “A”, entrelazadas, a la izquierda, y la “C” y la “Z” a la derecha. El círculo exterior se encuentra decorado con elementos florales y la expresión “DEVS MEVS ET OMNIA”, jaculatoria que San Francisco de Asís solía repetir durante largo tiempo, que viene a significar “mi Dios y mi todo”.
- La vara principal alberga una imagen pictórica del Señor del Portal recreando su ubicación en el retablo mayor de San Francisco. La pintura está realizada como los antiguos “vero icono”, “verdadera efigie” o “verdadero retrato”. Aquellas representaciones que a través de grabados y pinturas difundían de manera más o menos fidedigna la forma en que las imágenes devotas y milagrosas se exponían a la común veneración en sus retablos u hornacinas.
- La tercera incorpora la advocación original del Señor junto a una representación de las tres llaves y el lema de la Clavería, que es el siguiente: “TRES LLAVES PARA LAS DEL CIELO”. Con ello se identifican las llaves que daban acceso al Ecce Homo con las que dan paso a la Gloria y a la presencia de Dios.
Las normas para el regimiento de la Clavería establecen que la elección de cada uno de los tres cargos de claveros corresponde únicamente a la Junta de Gobierno. La distinción podrá recaer sobre cualquier persona, hombre o mujer, con independencia de que pertenezca o no a la Hermandad. Para su concesión se valorarán los méritos y la devoción que la persona propuesta haya mostrado y profese hacía el Santo Ecce Homo. El acto de nombramiento y la entrega simbólica de las insignias se llevará a efecto durante la celebración de la misa de “Preces” al Señor del Portal. Los tres claveros tendrán el compromiso de atender en la medida de lo posible a cuanto se le demande desde la Hermandad, en relación al culto, devoción, conservación y custodia del Señor del Portal.



Pedro Jaime Moreno de Soto

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