LA
VERA-CRUZ INSTITUYE LA CLAVERÍA DEL SEÑOR DEL PORTAL
La
imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo, originariamente con la
advocación de Santo Ecce Homo del Portal, fue donada al convento
franciscano de Madre de Dios por el presbítero Juan Sánchez Pleités
y Roso. El piadoso gesto se protocolizó en un registro notarial
fechado el 11 de julio de 1770. Fue entonces cuando el propio
religioso dejó consignado el título primigenio que habría de tener
la devota representación pasionista. Lo hizo al establecer que la
escultura debía quedar para siempre alojada en el trono dorado del
tabernáculo con cristales que presidía el retablo mayor, que por
entonces se estaba levantando a su costa. Desde el anterior 6 de
abril, Viernes de Dolores, el Santo Cristo
ya se encontraba instalado en aquel lugar prominente.
Aunque
su custodia fue asignada a los franciscanos, los
religiosos no tendrían competencia para sacar
a la imagen de su trono. Solo podrían hacerlo para procesión
pública que se ofreciera “por bia de rogativa, a beneficio del
vien comun en un casso mui urjente, como de peste, hambres, falta de
yubias, o otras causas Justas”. En tal caso, dejaba estipulado
Pleités
que
se hiciera “con
la mayor desencia”
y que fueran los reverendos padres guardianes del convento los
responsables,
que debían dar conocimiento al abad mayor de la colegiata y al
vicario eclesiástico. Todo lo cual habría de contar con su
intervención y la de los sucesores en sus vínculos y mayorazgos, de
los que eran poseedores su padre Juan Pedro y su inmediato sucesor,
su hermano Francisco. En caso de no respetarse el tenor de lo
dispuesto en la escritura, quedaría revocada la donación y sin
ninguna dilación habría de llevarse al convento de Santa Catalina
Mártir o al de Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción.
El
rigor de aquellas clausulas y de otras expresadas en el documento
notarial de donación ponen de manifiesto la trascendencia que el
presbítero otorgaba a la custodia de aquel hermoso simulacro de la
Pasión de Cristo.
Tres
llaves para la custodia
El
círculo de seguridad que había previsto se extremaba con las
cautelas adoptadas para el acceso a la hornacina o tabernáculo con
cerramiento de cristal que protegía al Ecce Homo franciscano. Siglos
atrás era frecuente la disposición de este tipo mobiliario
acristalado, especialmente para las obras más delicadas, tanto en
imágenes de tamaño natural como de pequeño formato. Fueron la
mejor protección que en los siglos pasados tuvieron las imágenes.
Las preservaban del polvo y el humo y las mantenían en un ambiente
de temperatura estable a lo largo de todo el año. Funcionó con los
mismos criterios que rigen el actual procedimiento de conservación
preventiva, al aislar de la incidencia brusca de los cambios
ambientales y evitar la suciedad y los golpes. Basta observar algunas
imágenes que aun conservan su protección acristalada en retablos,
urnas, fanales, hornacinas, nichos y vitrinas para comprobar que, de
no haber sido manipuladas con frecuencia, conservan un inmejorable
estado de conservación. Su eliminación a partir del siglo XX
precipitó en escaso tiempo el deterioro de aquellas imágenes que
durante siglos habían permanecido intactas.
Pues
bien, para poder abrir aquel portal que preservaba al Ecce Homo
Pleités ideó un estricto sistema de control con el que pretendía
impedir usos arbitrarios incontrolados. Estableció que para poder
acceder a ella se requeriría de tres llaves, que estarían en poder
del presbítero
donante y sus sucesores, el guardián del convento de San Francisco y
el abad de la Colegiata.
Resulta evocador rememorar la solemnidad gestual de aquel ritual, de
cadenciosa y ceremoniosa gravedad, que en un ambiente de recogimiento
cargado de retórica daba acceso al Señor del Portal. Qué duda cabe
que aquel acto debía percibirse en el imaginario popular con un
indudable sentido de trascendencia y sacralidad.
Pero
no era este un ardid novedoso. La existencia de varias cerraduras en
puertas, arcas, escribanías o armarios, en propiedad de
instituciones como concejos o cofradías, antiguamente fue una
circunstancia relativamente habitual. No era más que un
procedimiento garantista relacionado con la necesidad de proveerse de
ciertas medidas de seguridad. Precisamente, fue el método
generalizado para la custodia de documentos. Para su apertura se
establecía un determinado formalismo rígidamente pautado en el que
intervenían varios actores. El hecho de que las llaves no recayeran
en manos de una sola persona proporcionaba mayor protección al
contenido, ya que se necesitaba de la concurrencia de todas ellas
para proceder al acto procedimental. Con ello se impedía el acceso
individualizado y se evitaban los peligros de una incorrecta o
sesgada utilización de las llaves. Por ello el nombramiento de los
depositarios no era una circunstancia baladí. Por lo general eran
los principales cargos directivos de las respectivas instituciones
los que tenían la responsabilidad de la encomienda.
El
propio concejo de Osuna contaba con un mueble de estas
características. En el mundo de las cofradías fue habitual también
el uso de arcas con tres llaves, en las que se custodiaban libros,
documentos, e incluso vestiduras y ornamentos sagrados. En Osuna se
conservan todavía algunas. Una de ellas pertenece a la Cofradía de
Nuestra Señora del Rosario y otra a la extinta Congregación de las
Ánimas Benditas del Purgatorio del monasterio de San Pedro.
La
Vera-Cruz recupera la devota tradición del Ecce Homo franciscano
Todo
el bagaje devocional de este rico patrimonio simbólico gestado en
torno a la donación del Santo Ecce Homo es una herencia inmaterial,
de profunda significación, que en los últimos años la Vera-Cruz
está rescatando del olvido. Con tal sentido una primera iniciativa
se llevó a efecto hace una década cuando se recuperaron las
“Preces” al Santo Cristo del Portal, antigua
rogativa dirigida al Señor cuando se encontraba en el templo
franciscano que retomó la
Hermandad en el oficio que celebra cada enero. Un paso más se
produjo a finales de 2015. Recordemos que cuando el Ecce Homo fue
incorporado como titular en 1984 se puso bajo la advocación de
Nuestro Padre Jesús Cautivo, ya que por entonces se desconocía su
primitivo título. Una vez que se pudo conocer gracias al hallazgo
del documento notarial por el que se protocolizó la donación, la
Hermandad decidió recuperarla. De manera que al recobrarse tan
hermosa y evocadora denominación se restableció el mandato del
presbítero que la donó, con lo que aquella ha pasado a formar parte
del acervo popular, junto a la del “Cristo de la Caña”, como
también se le conoce. Fue con motivo de la presentación de la
imagen tras su restauración cuando fue reubicada en el emplazamiento
donde originariamente se dispuso cuando se trajo de San Francisco, la
antigua capilla de San Nicolás de Tolentino. Precisamente, cuando
entonces fue instalado en aquella ubicación, para que se pudiera
contemplar su espalda se abrió un vano en la pared de la hornacina
colindante con la capilla contigua. Precisamente en estos días se
trabaja en el proyecto de cerramiento de la hornacina por la parte
trasera con una puerta acristalada con cerramiento de tres llaves.
Y
ahora que se van a cumplir 33 años de su incorporación como titular
a la Hermandad de la Vera-Cruz, en
este marco emotivo y simbólico toma sentido el
deseo de robustecer esta repristinación que en el seno de la
corporación crucera se viene promoviendo desde hace años. Para
ello, al igual que años atrás se creó la figura de “LOS HACHEROS
DEL SEÑOR DE LA VERA-CRUZ”, ahora se ha instituido “LA CLAVERÍA
DEL SEÑOR DEL PORTAL”. La Clavería en época medieval estaba
constituida como un cargo de prestigio que recaía en caballeros de
algunas órdenes militares que tenían a su cargo la custodia y
defensa de los castillos. En el caso de algunas hermandades el
término se vinculaba incluso al de la propia Junta de Gobierno.
Además, solía aludir a las personas que tenían en su poder las
llaves que custodiaban todo su patrimonio. El concepto tiene su
origen etimológico en la palabra latina clavis,
que por corrupción del vocablo pasó al castellano como “clave”,
que conceptualmente tiene el significado de llave o camino de acceso.
De manera que al ser tres las llaves (claves) con las que, de manera
conjunta, se podía abrir el portal que albergaba al Santo Cristo en
el cenobio minorita, nos encontramos pues con un cargo relevante que
recaerá sobre otras tantas personas (claveros), que actuaran como
una suerte de custodios de la imagen en la potenciación del culto y
su devoción.
En
cuanto a la expresión externa, en caso de participar en la estación
de penitencia del Martes Santo, compondrán la presidencia del paso
del Cautivo.
Cada uno de los tres claveros portará los siguientes distintivos de
su cargo:
-
Cordón dorado, con una borla en la parte trasera, del que pende
sobre el pecho una llave plateada, en recuerdo de aquellas tres
llaves que consignara el presbítero.
-
Para reforzar la condición seráfica de la Hermandad los claveros
llevarán ceñido a la cintura, junto al fajín de esparto, el cordón
de los cinco nudos, que simbolizan las llagas de Cristo en la Cruz y
los estigmas de San Francisco de Asís. Como referencia al guardián
del convento franciscano que custodiaba la imagen del Ecce Homo uno
de ellos ostentará un escudo bordado con las cinco llagas
franciscanas.
-
Como miembro de la presidencia portarán una vara realizada ex
profeso para
el cargo, para las que se ha tomado de inspiración un modelo que se
reitera en localidades como Archidona, compuesto por un pequeño
edículo en forma circular con ráfagas, en cuyo interior se dispone
la representación pictórica de alguna imagen o emblema. En Osuna
varias insignias siguen más o menos de cerca este patrón, lo que
podría indicar que en otro tiempo fueron frecuentes en la villa
ducal. Una de ellas es la vara del hermano mayor de la Quinta
Angustia, en cuyo interior se cobija la imagen de una Piedad. Otras
dos, que no se utilizan, pertenecen a la Humildad y Paciencia, y
muestran a la Virgen y al primer titular cristífero de la
corporación carmelita.
Los
ostensorios de las nuevas varas se decoran con una ráfaga de rayos
rectos y flamígeros que se alternan, siguiendo el modelo de las
potencias del siglo XVIII del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz. En
su interior se representa lo siguiente:
-
En una de ellas aparece un blasón partido en dos con el emblema
franciscano de las cinco llagas en uno de los cuarteles y en el otro
el primitivo escudo de la Vera-Cruz. Este se compone por una cruz
arbórea de tonalidad verdosa, sobre un monte silvestre donde se
disponen tres clavos, flanqueada por las letras “V” y “A”,
entrelazadas, a la izquierda, y la “C” y la “Z” a la derecha.
El círculo exterior se encuentra decorado con elementos florales y
la expresión “DEVS MEVS ET OMNIA”, jaculatoria que San Francisco
de Asís solía repetir durante largo tiempo, que viene a significar
“mi Dios y mi todo”.
-
La vara principal alberga una imagen pictórica del Señor del Portal
recreando su ubicación en el retablo mayor de San Francisco. La
pintura está realizada como los antiguos “vero icono”,
“verdadera efigie” o “verdadero retrato”. Aquellas
representaciones que a través de grabados y pinturas difundían de
manera más o menos fidedigna la forma en que las imágenes devotas y
milagrosas se exponían a la común veneración en sus retablos u
hornacinas.
-
La tercera incorpora la advocación original del Señor junto a una
representación de las tres llaves y el lema de la Clavería, que es
el siguiente: “TRES LLAVES PARA LAS DEL CIELO”. Con ello se
identifican las llaves que daban acceso al Ecce Homo con las que dan
paso a la Gloria y a la presencia de Dios.
Las
normas para el regimiento de la Clavería establecen que la elección
de cada uno de los tres cargos de claveros corresponde únicamente a
la Junta de Gobierno. La
distinción podrá recaer sobre cualquier persona, hombre o mujer,
con independencia de que pertenezca o no a la Hermandad. Para su
concesión se valorarán los méritos y la devoción que la persona
propuesta haya mostrado y profese hacía el Santo Ecce Homo. El acto
de nombramiento y la entrega simbólica de las insignias se llevará
a efecto durante la celebración de la misa de “Preces” al Señor
del Portal. Los tres claveros tendrán el compromiso de atender en la
medida de lo posible a cuanto se le demande desde la Hermandad, en
relación al culto, devoción, conservación y custodia del Señor
del Portal.
Pedro
Jaime Moreno de Soto
No hay comentarios:
Publicar un comentario