martes, 25 de marzo de 2014

La herencia inmaterial y el patrimonio simbólico en las hermandades


La Vera Cruz recupera el escudo primitivo y su antiguo lema

En el imaginario emocional de instituciones como las hermandades la representación simbólica adquiere un valor inmanente que trasciende a su propia materialidad. Un patrimonio simbólico que por su propia naturaleza resulta frágil y sensible a los cambios. Y es precisamente por ello que esta herencia inmaterial debe apreciarse en su verdadera dimensión para evitar que corra el riesgo de perderse en la vorágine de nuestro tiempo, tan propenso a lo novedoso. Afortunadamente, en los últimos años todo este acervo cultural se esta recuperando con acierto en las hermandades de Osuna. Es el caso de las “Preces” al Santo Ecce Homo del Portal, antigua rogativa que retomó hace más de un lustro la Vera Cruz, o las “Coplas al Señor de la Humildad y Paciencia”, composición musical que entonaban los frailes en sus oficios de coro en los viernes de Cuaresma y fueron oídas de nuevo el año pasado en los cultos de la hermandad carmelita.
En este marco emotivo y simbólico toman sentido dos recuperaciones recientes que se han propiciado en el seno de la hermandad de la Vera Cruz. Una de ellas es el escudo primitivo que usó desde su fundación en 1545. Con ello la cofradía crucera no pretende reemplazar el que tiene desde su reconstitución a finales del siglo XIX, sino restablecer un patrimonio olvidado que muchos hermanos ni siquiera conocían y con ello poner en valor un símbolo cuyo significado se encuentra en las propias raíces de la corporación.
Se ha reproducido en óleo sobre un tondo de madera con marco dorado con decoración vegetal que se encuentra situado en el frontal de altar del Santísimo Cristo de la Vera Cruz. Está inspirado en la insignia que aparece en la vara del hermano mayor, obra realizada en plata cuya ejecución, a tenor de los motivos decorativos que presenta, podría situarse en el siglo de la fundación de la hermandad. El escudo se compone de una cruz arbórea, de tonalidad verdosa, sobre un monte silvestre, donde aparecen tres clavos. Flanquean la composición las letras “V” y “A”, entrelazadas, y la “C” y la “Z”, anagramas realizados en capital clásica alusivos a la Vera Cruz. Debemos destacar la importancia que para estas corporaciones nacidas dentro de la familia franciscana tuvo la representación de la cruz arbórea, representación simbólica del Árbol de la Vera (Verdadera) Cruz. Leño verde de madera incorruptible símbolo de la Redención de Cristo y su triunfo sobre la muerte. El carácter escatológico que adquiere el color verde se contrapone a la necrológica sequedad del tronco y nos habla de la savia nueva que regenera la vida. Esta fórmula se había utilizado desde el arte paleocristiano, como vemos en la cruz arbórea sembrada de esmeraldas existente en San Apolinar in Classe de Rávena. Posteriormente entró a formar parte de la heráldica del Santo Oficio y de las cofradías de la Vera Cruz. El escudo se ha realizado también en madera para los cultos de la hermandad. Ambos se pudieron ver en la mesa de oficiales de la junta de gobierno en el pasado triduo penitencial.
Otro de los elementos con fuerte carga simbólica recuperado ha sido el lema que utilizaba la cofradía tiempo atrás y podemos ver en las antiguas convocatorias de cultos. El adagio asocia dos de las grandes devociones de la Hermandad: la Cruz y la Esperanza. Ambas se vinculan en este lema, que reza: “AVE CRUX, SPES UNICA”. Se trata de una expresión piadosa que se podría traducir como “Saludo a la Cruz, nuestra única esperanza” o “Salve, oh Cruz, única esperanza”. Tiene su origen en la novena estrofa del Vexilla Regis, himno compuesto en el siglo VI por el obispo San Venancio Fortunato con motivo del traslado de las reliquias de la Vera Cruz de Jerusalén al monasterio francés de Poitiers. Fue cantada por primera vez el 19 de noviembre de 569. Se cantaba en la víspera del Domingo de Pasión. La expresión tiene una larga historia en la piedad católica y se utilizó como lema por los obispos e instituciones católicas. Es el lema de la Congregación de Santa Cruz. Giovanni Pierluigi da Palestrina, uno de los autores más eminentes de la música polifónica religiosa de la Contrarreforma, compuso una partitura con este título.

PJMS
Fotografia: Pedro Selva Bejarano